26.4.07

Carta a Venezuela

Acabo de recibir por mail esta carta que quiero compartir con todos; según me informan, quedó entre las 10 primeras cartas en un concurso organizado por Montblanc:

"Querida,


Te conocí­ por esas cosas del destino... Fuiste tú, precisamente tú y no otra cualquiera, quien me recibió con su abrazo de mar y tierra cuando fui arrojada a la vida sin preguntas, sin sondeos, sin acuerdos. No importó, tú estabas allí­.

Recuerdo con emoción, cuando a mis 9 años, me regalaste mi número de cédula, ¡qué detalle!, ¡qué regalo único para mí­! Lo guardaré toda mi vida como un tesoro... Vino acompañado por mi foto de niña con aquella pollina que cortineaba mis ojitos y por aquel jeroglí­fico juguetón de mi primera firma, orgullosa y oronda, que se extendí­a debajo de mi color de ojos, de mi estado civil y de mi nombre generoso en letras amables para el oí­do de estas tierras.

Pero nada como recordar la sensación alucinante de ser tuya aquella vez que en el primer censo de mi vida, tú me contaste como 1, yo estaba allí­, metida feliz e inocente en las entrañas de aquel número grandote que le regalaste a los ávidos estadí­sticos, acompañada por millones de otros unos y unas.

Y fui creciendo, descubriéndote y haciéndote mí­a a su vez: Primero fue tu lengua, tu lengua única, tu osadí­a y manifiesto de que un idioma común nos separaba (y nos separa) del resto de los hablantes oficiales del castellano: "Chévere" , "vaina", "bicho", "coroto", "ladrar", "épale", "pana", "chamo", "pelúo", "melao", "coñazo", "cambur", "vergatario"... fueron palabras que coleaste temprano en mi diccionario con esa complicidad tuya que te caracteriza y que me derrite con sus guiños. Te adoro Chama... Y por la boca, además de la palabra, me diste luego el deleite de manjares exóticos, eclécticos, traviesos: la arepa bivalva capaz de ofrecer como perla cualquier delicia que quepa adentro, las hallaquitas amarradas y con instinto de libertad, diversas en el sello del chicharrón, el ají­ y la nada repleta de potencialidades; ni hablar de la cachapa que lagrimea de alegrí­a gotas de mantequilla dispuestas a arrejuntarse con el queso de mano o guayanés, las negritas refritas y brinconas, las tajadas dulces y fieles, la carne con sus mechas al viento y la hallaca, la reina absoluta de los sabores, la que no pela un diciembre y nos descubre adictos cuando no la tenemos. El ron, la rumba, las frí­as, la salsa adobando las caderas, los panas, la familia y los panas de la familia también, y los panas de los panas y así­ sucesivamente... así­ tú, toda tú.

Y ese verde amazónico y húmedo, y ese azul espumado en tu orilla, y ese blanco de copo en tus cimas, y ese negro de tu oro profundo, y el marfil de tus dunas inquietas, y esa tú, toda tú.

Y hablando de colores querida ¡si que has cambiado últimamente! te has

Vuelto bipolar, te pones roja, te pones azul ¡y morada con la mezcla! Desde que me enamoraste y te conozco, has ido creciendo en número, en colores, en sí­mbolos, en estrellas, en puntas, en extremos, en experimentos, en ganas, en contradicciones, en sueños, en odios y también en amores, en créditos, en carros, en muertes y también en nacimientos. El asfalto de tus ví­as se ha llenado de pasos que marchan tras el sueño de vivirte próspera y segura para todos: unos para allá, otros para acá... sordos todos de tanto oirse sin escucharse, ciegos de tanto verse sin observarse y mudos de tanto gritarse sin hablarse.

Y en realidad yo no sé bien por qué hoy te digo todo esto; tal vez lo que pasa -aunque suene ridí­culo- es que te quiero, te sigo queriendo con tus luces y tus sombras, con tus eclipses, tus noches y amaneceres, con todos tus colores y colorcitos, te quiero con mis miedos y esperanzas, con mis talentos para darte y mis ganas de quedarme a tu lado para no tener que buscarte luego en otros supermercados, en unos pocos dí­as de verano, en los apellidos de una guí­a telefónica, en internet, en los noticieros, en el acento, en las conversaciones, en los rincones, en todas partes... Te quiero grande, pertenecida y perteneciente, te quiero, mi Venezuela.

Luisa Elena Sucre"

2 Comments:

Blogger Azul... comentó...

¿Qué te puedo decir? Se me arrugó el corazoncito y eso que ya venía mediomedio, porque vine a contarte que, en la guardadera de cosas en cajas para la mudanza, me encontré el cuaderno que yo usaba para tomar notas, cuando nos reuníamos para el diseño del RAC... snif...

Muchos besotes

5:23 p. m.  
Anonymous Anónimo comentó...

Que carta tan bella!!

Te felicito por tu blog .....

Cuidate mucho

9:45 p. m.  

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